Alimentación en Armonía

lunes, 29 de octubre de 2012

“No me importa si el animal es capaz de razonar, sólo sé que es capaz de sufrir y, por eso, lo considero mi prójimo”.

Albert Schweitzer

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Un camino de transformación...

En mi caso, la decisión consciente de hacer un cambio de alimentación es de data muy reciente. Hace algunos años dejé de consumir alimentos de origen animal. Mi primera inspiración fueron, sin lugar a dudas, mis hermanos no humanos del reino animal. Viviendo en Brasil asistí a un documental realizado por una organización independiente, O Instituto Nina Rosa - projetos por amor à vida, La Carne es Débil (A Carne é Fraca) que golpeó con fuerza mis paradigmas y hábitos alimentarios, haciéndome despertar de un largo período de letargo e indiferencia.

Razones para escoger una alimentación en armonía con el planeta, con la vida, conmigo misma, sobran. Hoy no es un secreto que la mitad de las tierras fértiles del planeta vienen usadas para cultivar cereales destinados a la alimentación de los animales utilizados para consumo humano. Cada año millones de hectáreas de la floresta fluvial son contaminadas con los residuos de los criaderos y envenenadas las tierras con los productos químicos que son utilizados para obtener siempre mayores beneficios.

La producción de carne, leche y huevos está estrechamente vinculada a la desertificación, a la contaminación, al efecto invernadero y al recalentamiento global. Las heces de los animales son 130 veces mayores que los excrementos humanos y el gas metano liberado por las heces animales y sus flatulencias son responsables en gran parte del efecto invernadero y los cambios climáticos. Para producir un kilo de carne es necesario cultivar 15 kilos de vegetales (cereales y legumbres) para nutrir al animal, lo cual produce un gran desperdicio de recursos: de suelo, de agua, de energía, de sustancias químicas.

La creciente demanda en el consumo de carne ha producido una industria muy cruel a la cual no le interesa el cuidado ni de los animales ni de los humanos. Los animales son engordados con hormonas que aumentan la masa corporal, generando un desequilibrio en todo el mecanismo de regulación hormonal de aquellos que lo consumen. La mayoría de estos productos son comprobadamente cancerígenos.

En fin una decisión tan profunda tiene diversas motivaciones: de salud, ecológicas, éticas en cuanto el sacrificio de animales y la cría de ellos esta impregnada de una brutalidad y crueldad extrema. De igual manera existe otra motivación muy sútil y especial: La espiritualidad; ya que alimentarse de algo que ha generado sufrimiento y dolor contribuye a mantener la violencia en la sociedad humana.

Nuestra vida es nuestra práctica, dicen los Maestros. El vegetarianismo no es solamente una dieta, es algo mucho más profundo es una filosofía de respeto absoluto a la vida en todas sus formas. Es una actitud de reverencia, de conciencia, amor, compasión y solidaridad.

Los invito a que me acompañen en este camino y que juntos logremos impregnar nuestros alimentos de vida, armonía y luz.

María Laura Garcia me enseñó que “Optar por una dieta vegetariana es, antes que nada, un cambio de paradigma, una acción con sentido de crecimiento y un crecimiento con sentido de evolución”.