El mundo moderno industrializado es una amenaza para el ambiente natural en muchos modos. De estas amenazas y de cómo ponerles remedio, se discute con pasión desde años en varios ámbitos.
Pero viene casi siempre descuidado un factor fundamental: Los criaderos de animales para la alimentación humana.
Los criaderos a gran escala, sean de tipo intensivo (en grandes establos sin tierra donde los animales están abarrotados), sea de tipo extensivo (en grandes granjas en los Estados Unidos, o en pastos en algunos países del sur del mundo) es claramente insostenible desde el punto de vista ecológico. Ya era así en el pasado, pero cada vez se “descubren” nuevas tierras para explotar, y cada vez recomienza la invasión de los bovinos.
Ahora, la mitad de las tierras fértiles del planeta ya están siendo utilizadas para cultivar cereales, semillas oleaginosas, forrajeras, destinadas a los animales.
Para hacer frente a esta inmensa demanda -en continuo aumento, en cuanto las poblaciones que tradicionalmente consumían poca carne, hoy comienzan a consumir siempre más - se destruyen cada año millones de hectáreas de floresta pluvial, el pulmón verde del planeta, para hacer espacio a nuevos pastos o a nuevos terrenos para cultivar para los animales, los cuales en breve tiempo se desertifican, y se hace un uso excesivo de productos químicos para buscar obtener cosechas más abundantes.
Debido al consumo de recursos, leche y carne son indiscutiblemente los “alimentos” mas dispendiosos, ineficientes y contaminantes que se puedan concebir: mas allá de la pérdida de millones de hectáreas de tierras cultivables (que pudieran ser usadas para cultivar vegetales para el consumo directo de los humanos), y además del uso indiscriminado de la química, está la cuestión del enorme consumo de agua en un mundo irremediablemente sediento, el consumo de energía, el problema de la eliminación de residuos animales y de productos de desecho, las repercusiones sobre el clima, la erosión del suelo y la desertificación de vastas zonas.
Ante la pregunta “realmente podemos hacer algo como consumidores individuales para llegar a un consumo sostenible?” la respuesta justa es “Cierto, no solamente, sino que aquello que podemos hacer al escoger nuestra alimentación es con seguridad más potente que aquello que podemos hacer en otras materias!”
Es este el camino a seguir: modificar nuestros hábitos alimenticios para tener un impacto ambiental y social mucho menor.
El factor “alimento” es el más “potente”: ha estado publicado en abril de 2008 en la revista científica Environmental Science and Technology, un artículo de dos investigadores de la Carnegie Mellon University "Kilómetros-alimentación y el relativo impacto sobre el clima en la elección de alimentos en los Estados Unidos”. Allí los científicos explican que los estudios sobre el “consumo sostenible” ofrecen a los consumidores un número siempre creciente de información relativa al impacto sobre el ambiente en general, y el clima en particular, de la elección de consumo. Muchos de estos estudios han concluido que el impacto de los individuos es debido a tres factores principales: los alimentos, la energía utilizada en la casa y el transporte. De estos tres factores, el de la alimentación, es decir sobre qué cosa cada uno escoge comer , es el más potente porque:
- Es aquel que en términos cuantitativos tiene el mayor impacto.
- Tiene el mayor nivel de decisión personal, porque no depende de las normativas, de la disponibilidad de medios públicos o de fuentes de energía alternativa, etc. Sobre qué cosa comer el consumidor individual tiene plenos poderes.
- Se puede aplicar de inmediato, no es un medio a largo plazo como pueden ser otros aspectos que implican cambios en la infraestructura, en los bienes disponibles y en la tecnología usada.
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